martes, 30 de agosto de 2016

Viaje a Perú

No creo que a estas alturas de la vida me haga falta recordaros que mi zona de confort está situada un poco por debajo de la media estándar. Que ya no me importa tanto que la gente "normal" me pregunte continuamente que cómo consigo llevar manga larga en verano sin sudar demasiado o que intenten meter en mi cerebro cuál es MI postura más cómoda para sentarme en el suelo. Que sigo siendo ese niño raro con la camiseta llena de manchas que no salía de paseo los sábados y que se iba por las tardes al campo a buscar serpientes. Que si fuera por mí, dormiría todos los días en una tienda de campaña. Mi cuerpo no está hecho para las ciudades.

En mi mundo existen varios santuarios de la vida salvaje que para mí son sagrados, pero el principal es, sin duda, el río Amazonas, y por extensión también la cuenca orinoco-amazónica. Siempre me ha costado dar el paso de los grandes viajes, entre otras cosas porque siempre he creído que esas cosas solo eran para gente con dinero o con suerte. Y es verdad, hace falta suerte, lo que yo no sabía es que muchas veces esa suerte no se encuentra si uno no la busca. Y hablando del dinero, si me privo de un 90% de mis gastos superfluos, puedo canjear esos ahorros por unos días en la selva. La verdad es que merece la pena estar todas las tardes sin merendar porquerías si es a cambio de esto.


En cuanto a las fotos, solo dos incisos. El primero: no hay fotos de todo. Creo que es de entender que aunque mi mente funciona como una cámara de fotos (cuando funciona, eso sí), hay situaciones en las que prefiero disfrutar del momento y hay ocasiones en las que, sencillamente, me quedo embobado con lo que tengo delante de los ojos y se me olvida hacer fotos. Sé que no es la mejor carta de presentación para que me contraten los del National Geographic, pero es así. El segundo inciso, perdonadme, es la calidad técnica de algunas de las imágenes. Todas las fotos que he hecho en Perú están realizadas con una réflex digital y con una de esas cámaras compactas que si bien aguantan golpes, pisotones de elefantes, inmersiones en agua y patadas de mi sobrino, también es cierto que la calidad técnica del sensor deja bastante que desear, sobre todo a la hora de ampliar. No me voy a creer el rollo de que todas las fotos son buenas porque algo voy entendiendo ya y sé que hay algunas fotos que se ven regular. He necesitado 6209 imágenes que han quedado reducidas a esto que tenéis más abajo. Menos mal que después de todo sigue siendo cierto que las fotos dependen más de la luz y del fotógrafo que de la cámara, aun así la próxima vez que viaje a Perú prometo llevar equipo en condiciones, con la ventaja añadida de que como ya he tenido mi toma de contacto con el país me será más fácil anticiparme a cada imagen porque ya estoy más familiarizado con la forma de moverse todo por aquellos lares.



Día 1: Empieza la aventura.


Estoy en el aeropuerto de Granada. He llegado aquí a las 5 de la mañana, después de haber atropellado sin querer una culebra de escalera adulta, así que vamos a relajarnos porque a las 7 de la mañana sale mi primer avión con el objeto de embarcarnos, a través de estas palabras y unas cuantas fotos, en una aventura que poco tiene que ver con lo que ahora mismo tengo en mi mente. La verdad es que a pesar de que voy a viajar solo estoy más tranquilo de lo que creía. Mi padre me acaba de dejar en el aeropuerto Federico García Lorca Granada-Jaén, y justo antes de la despedida ya le había indicado dónde se tenía que poner para ver despegar el avión, puesto que en teoría vamos a salir por la 09. Un Airbus A319 de Air Nostrum es el avión que me ha tocado para llegar hasta el aeropuerto de Madrid, la primera de las 2 escalas que tendré que hacer hasta llegar a mi destino. Mi suerte es que desde que salga de aquí hasta que llegue a Tarapoto todo mi trayecto se hará íntegramente en avión sin tener que salir de ningún aeropuerto, lo cual me garantiza una cierta seguridad. 



El avión no despega con mucho retraso. El sol tampoco, yo creo que le hemos dado envidia y sale poco después que nosotros.



El sol saliendo, visto desde el avión.



Primera escala: Madrid. Aterrizamos con la hora prevista. Me voy directo a buscar mi terminal, cargar la poca batería que he gastado del móvil, pasar los controles y esperar a que lleguen las 13:00, que es la hora de mi próximo vuelo. Mientras tanto, lo mejor que puedo hacer es ver aviones.


Un Airbus A320 similar al que me trasladará a perú aguarda a que embarquen sus pasajeros para emprender un vuelo de varias horas de duración. El constante flujo en el tráfico aéreo que impera en esta estación convierte al Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas en el quinto aeropuerto europeo en número de pasajeros, lo cual nos garantiza que la expresión "aquí el que no corre vuela" nunca pierda vigencia.


El tiempo pasa entre paseos por la terminal y cuando llega la hora me monto en el avioncito y me siento dentro, menos mal que me toca en una ventanilla. La gente de hoy día se pone nerviosa muy pronto, todos quieren subir YA al avión, pero lo que no saben es que todos vamos a despegar a la misma hora y el que antes suba al avión, antes se le pone el culo cuadrado. Ellos verán. Lo que más me gusta de estos aviones grandes (Airbus A340, Iberia) es que tienen una pantalla donde puedes ver un mapa con la posición del avión a tiempo real y una especie de cuenta atrás con el tiempo que queda para aterrizar.







Despegamos con media horilla de retraso. Venga, que corran ahora los que estaban estresados.






En poco más de media hora ya estamos saliendo de la Península Ibérica, o sea, de Europa. 



Dejando las costas de Portugal.

De vez en cuando se ve alguna islilla, pero hasta que no lleguemos a América no nos toparemos con la primera mancha de tierra realmente grande. Nos esperan, en total, 11 horas y 17 minutos de vuelo, desde que despegamos hasta que tocamos con las ruedas en el suelo. Dentro del avión, poco más de 12 horitas. A las 14:15 más o menos, hora española, nos ponen de comer. Sinceramente, no sé si será la altitud, el nivel de oxígeno o la alineación de Venus con Marte, pero la comida está asquerosa. De hecho no sé ni lo que es. 



Sobre el vuelo pocas novedades más. Casi todo el tiempo lo que se ve por la ventanilla es el mar, así que la cierro y me pongo a ver la película "El Libro de la Selva" (qué propio) y a intentar dormir.

Los mapas no funcionan, solo tenemos esta información sobre el vuelo.

Desde más de 10000 metros de altitud también se puede distinguir algún barco.

Y una vez que entramos en Venezuela, lo que yo me imaginaba: cumulonimbos por todas partes. Y prácticamente casi hasta que llegamos a nuestro destino, una selva inmensa que nunca se acaba debajo de nuestros pies.

Cumulonimbo con yunque sobre Venezuela.






Y ya más cerca del destino, los paisajes son impresionantes.




Poco antes de las 6:00 pm, hora peruana, aterrizamos en Lima. Ahora mismo en España es la 1:00 de la noche, pero de momento no tengo sueño. El vuelo ha sido perfecto, sin meneos, y en el momento del aterrizaje la méteo es estable aunque nublado y el viento es suave. El instante en el que el avión dejaba de ver el sol para meterse en las nubes mientras bajaba ha sido casi lo más bonito del vuelo.



Nada más aterrizar empiezo a explorar un poco el aeropuerto de Lima e intento conectarme al wifi del mismo, sin éxito. Me llama la atención un grupo de música peruana que está actuando en este momento dentro del aeropuerto. En cuanto veo un puestecillo para cambiar moneda me voy directo a él para empezar a familiarizarme lo antes posible con la moneda de aquí y tener algo en el bolsillo para la obtención de víveres. La moneda oficial de Perú es el nuevo sol, aunque los amigos los llaman soles a secas. Para que os hagáis una idea, 1 sol equivale a poco más de 25 céntimos de euro y 1 euro equivale a poco más de 3,75 soles, según el día. Después intento conseguir una tarjeta para poder usar el móvil en Perú, pero no me la venden (alegan que no pueden venderlas a extranjeros). Poco más tarde, consigo la clave del wifi de una cafetería del aeropuerto, y desde allí informo a mi padre de que he llegado bien a Lima y contacto con Ismael, que es quien me va a acoger en Tarapoto. Ahora sí me vence el sueño, pero mi siguiente vuelo es mañana a las 9:45 am, y ahora me surge una duda: ¿dónde voy a pasar la noche?


Aeropuerto de Lima

Lo mejor de hoy: ¡¡¡Tiioooo, no me creo que esté en Sudaméricaaaa!!!



Lo peor de hoy: Hoy ha sido un día muy largo, tanto por la hora de levantarme como por el cambio de hora. En mi cuerpo es de madrugada, pero aquí todavía es por la tarde.


Día 2: Bienvenido a la Amazonia.

La verdad es que no sé si he conseguido dormir algo esta noche. Casi todo el tiempo solo he hecho 2 cosas: permanecer sentado en una especie de sofá de una cafetería del aeropuerto y deambular de norte a sur y de este a oeste por todos los rincones de la terminal. Cuando ya me aburro del todo, antes de que amanezca, paso los controles y me voy a la zona de embarque. No sé cómo no hice esto antes, porque desde aquí por lo menos ves aviones. A las 7:00 o las 8:00 am, que son las 14:00 o las 15:00 en España, me como un bocadillo que estaba hecho con una especie de pan de molde con forma de pan normal, pero la cosa es que en mi ritmo circadiano no sé si realmente estoy desayunando, almorzando o cenando tarde. A las 9:45 (o algo después) despega un Airbus A320 de Latam conmigo dentro con un plan de vuelo que termina en Tarapoto.





En el primer vuelo que cojo en Perú ya me doy cuenta de que el transporte aéreo está bastante bien desarrollado en este país. El orden y la vigilancia en los aeropuertos son impecables, te ponen de comer dentro del avión incluso en los vuelos cortos y te llaman en el aeropuerto si vas a perder el avión o si necesitan consultarte alguna duda. Lo único que no me gusta es que no te dejan pasar más de 8 kg en el equipaje de mano, aunque no siempre te lo pesan. Ese es el principal motivo por el que llevo tan poco equipo fotográfico.

El avión despega normalmente pero coge altura bastante rápido, y es que las montañas que tenemos que atravesar son muy altas. Incluso se ven algunas con las cumbres blancas, teniendo en cuenta que en las zonas cercanas al ecuador hace falta más altitud para que se mantenga la nieve.


El avión llega a Tarapoto un pelín más tarde de la hora prevista y en cuanto desembarco ya noto el clima tropical. El aeropuerto Cadete FAP Guillermo del Castillo Paredes no es el tipo de aeropuerto comercial al que estamos acostumbrados. Allí solo está asfaltado el suelo que usan los aviones para moverse, y nada más. El resto es vegetación, como corresponde a una región tan en contacto con la naturaleza como esta. Su única pista, con 2.600 metros de longitud, es relativamente corta si la comparamos con las pistas de los aeropuertos comerciales españoles.

Me meto en la terminal de llegadas y ya veo a Ismael esperándome detrás de la barrera, con una sonrisa de oreja a oreja. Un abrazo, me pregunta por el viaje y no tardamos en subirnos en su moto para dirigirnos directamente a su casa. Durante el trayecto me cuenta algunos detalles del tráfico en Tarapoto, algunos de los cuales podemos comprobar directamente sobre la marcha. Resumen: allí cada cual conduce como le da la gana, y las motos no tienen número máximo de tripulantes, aunque con algunas normas no escritas al margen del código de la circulación. La ley dice otra cosa, pero eso es lo que hace la gente en la práctica. Un consejo si eres peatón: no cruces por los pasos de peatones, a no ser que no vengan motos, porque eso sí, la mayor parte del volumen de tráfico en esta parte del mundo está compuesta por motos, motocars (motos de 3 ruedas con espacio detrás para 3 pasajeros o más, según la imaginación que le eches) y una menor proporción de coches.

Ya en casa, conozco a Bella (se pronuncia Bela), la perra de la familia, que me saluda como si me conociera de toda la vida y no para de morderme los pies, y seguidamente Ismael me habla un poco sobre la gastronomía peruana mientras prepara la comida, al tiempo que me conecto al wifi de su casa para poder contactar con mi padre y pongo algunas baterías a cargar. Poco después llegan 3 amigas de Ismael: Laura (España), Alicia (España) y Marina (Brasil), becarias que están realizando un proyecto de parentalidad positiva trabajando con familias mediante escuelas de padres en Tarapoto para desarrollar su trabajo de fin de Máster de Psicología. Al rato llega Deyler, su novia. De Ismael, no de las psicólogas.

Almorzamos y decidimos qué hacer esta tarde. Ismael y Deyler tienen que trabajar, y yo debería dormir, pero prefiero aguantarme el sueño. Es uno de mis trucos personales de adaptación al medio (ya lo veréis después). Al final, me voy con Laura a andar por un camino cerca de casa que va paralelo al río Shilcayo y rodeado de selva. En el trayecto encontramos la primera serpiente de este viaje. Muerta, pero serpiente. Primer día en Perú, primera serpiente... he ganado la apuesta. También vemos algunas mariposas gigantes que parecen pájaros, termiteros, una rana gigante y aunque vamos pendientes no nos sale ningún mono, aunque todos los que se cruzan con nosotros ven uno cuando llegan a mi altura. Llegamos hasta un puente, pero al parecer hay que pagar para seguir, así que compramos un par de bolsas de chifles, que son una especie de patatas fritas hechas con rodajitas de plátano, y nos las comemos sentados en la orilla del río y mirando la botella de agua casi vacía.



Serpiente muerta y aplastada por el tráfico rodado.



Río Shilcayo.

Incluso a pocos metros de casa, el primer contacto con la selva no se hace esperar. La uniformidad en el fotoperíodo y en las condiciones climáticas hacen que la actividad de la fauna y la flora local sea incesante y prácticamente similar en todas las épocas del año en una región tropical como esta.

El primer paseo ha estado bien, pero ya es de noche y ahora toca descansar. Mañana será otro día.


Día 3: Primeras impresiones.

Me levanto tempranito. Aquí la vida es de otra manera: a las 6:00 am ya están las calles puestas con la gente y todo, pero eso de acostarse a la 1:00 am como nosotros es un poco para profesionales. Como aguanté sin dormir hasta la noche, cuando me levanto siento que ya estoy adaptado al cambio de hora peruano. Esa era mi técnica de adaptación al medio que os contaba antes. Ahora toca desayunar y planear el día.

Ismael preparando la comida.






Ismael y Deyler trabajan esta mañana. Los dos son psicólogos. Aquí todos son psicólogos, espero que no descubran que estoy loco porque mi caso arruinaría sus carreras profesionales. Alicia, Laura y Marina no responden al WhatsApp y Ale, el pequeño de la casa, está con su padre (Deyler ya tenía un hijo cuando conoció a Ismael), así que Ismael me cuenta cómo puedo llegar al mercado para verlo y hacer algunas fotos. Pero al final no tengo que preocuparme mucho porque Ismael me mensajea desde el trabajo para decirme que no me mueva, que vuelve antes a casa y nos vamos a ir por ahí. Mientras tanto me preparo un poco y me dedico a mirar por la ventana.






Bella

Al poco rato llega Ismael, nos subimos en la moto y nos vamos. Primero pasamos por el mercado de Tarapoto. Al llegar, pagas unos cuantos céntimos y dejas la moto aparcada en la calle, incluso le ponen un cartón en el asiento para que no se caliente con el sol. El incesante ir y venir de los motocars y el constante movimiento de personas en el mercado convierten las calles de Tarapoto en un hervidero de vida que poco tiene que ver con la tranquilidad que se respira en ciertos puntos de la periferia y con la serenidad de sus vecinos.






























Después nos vamos a Lamas por una carretera bien asfaltada pero cuesta arriba. Pregúntale a la moto.




Transportando gallinas en motocar.

En el camino hacemos varias paradas para no quedarnos sin moto, y una de ellas la aprovechamos para tomar un poco de agua de coco. Pedimos un coco para cada uno y con un machete que no tiene nada que envidiarle a la espada de Manolete te abren un agujerito en un coco, y a beber. Cuando terminas, el mismo machete sirve para partir el coco en dos mitades y comerse lo de dentro con una cuchara. Por un sol, oiga, que me lo quitan de las manos. En Perú todo (o casi todo) es más barato que en España. Hay que señalar que aquí los cocos son cocos de verdad, no la porquería que tenemos en España (las cosas claras). No creo que haga falta decir que es una de las cosas que más echo de menos de Perú. A continuación vamos a ver una comparación entre los cocos de España y los de Perú.

España:

- Te venden solo la semilla.
- El interior suele tener poca agua.
- A saber cuántos días lleva en la tienda.
- El coco está seco y duro, difícil de comer.
- Sabor más bien amargo.
- 1 euro.
- Tú te lo guisas, tú te lo comes.

Perú:

- El coco te lo sirven entero, con el fruto que lo recubre.
- El interior está repleto de agua, a rebosar.
- A veces lo cogen directamente del árbol. Más fresco es imposible.
- La carne del coco es blanda, te la comes fácilmente con una cuchara.
- Sabe a coco.
- 1 sol (según la bolsa, poco más de 25 céntimos de euro).
- El precio incluye que te abran el agujero y te partan el coco después.

Cuando ya nos hemos refrescado subimos, subimos y seguimos subiendo, y al fin llegamos a Lamas.










Tras unos minutos deleitándonos con las vistas desde un mirador, decidimos bajar para ver el pueblo. En Lamas, declarada en 2003 Capital Folklórica de la Amazonía Peruana, aun permanece una población nativa descendiente de los Pocras y de los Chancas y todavía es bastante frecuente oírlos hablar en quechua.










































Y volvemos a casa a comer, que hay que reponer energías, pero esta vez cuesta abajo.




Por la tarde no se acaba la aventura, y ponemos rumbo a la catarata de Ahuashiyacu, situada en una zona escarpada en medio de la selva alta del Área de Conservación Regional Cordillera Escalera.
























Y por fin llegamos a la cascada. Ahuashiyacu es un nombre quechua que significa algo así como "agua que ríe". Oficialmente, la leyenda dice lo siguiente:

"La leyenda trata del amor entre Ahuashi, hermosa doncella hija del jefe de la tribu, y el joven Shilly. Aunque ambos se amaban, no pudieron casarse porque el padre de Ahuashi prefería a otro joven de mejor posición. Entonces, los brujos decidieron que ella, por su belleza, se convertiría en una hermosa cascada, y a él lo transformaron en un toro negro que resguardaría la poza. Tiempo después Shilly huyó tratando de encontrarse en la altura del cerro con su amada Ahuashi, pero cayó a un abismo donde se quedó llorando. Sus lágrimas se convirtieron en el río Shilcayo y las cataratas llevan el nombre de Ahuashiyacu."
































Al final la noche nos echa de allí y nos obliga a volver, pero durante el camino de vuelta nos paramos para ver unas vistas nocturnas de Tarapoto desde la carretera.




Después de todo el ajetreo del día de hoy, lo que más necesita el cuerpo es comer, así que Deyler, Ismael y yo vamos a un restaurante, y allí pruebo nuevos platos de la gastronomía peruana. De momento todo lo que me han puesto de comer me está gustando, salvo esos plátanos hervidos del demonio...




Lo mejor del día: La forma de vivir de la gente en Lamas.

Lo peor del día: Los plátanos.


Día 4: La vida sin estrés.


Hoy también trabajan Deyler e Ismael, así que me aventuro en mi primera excursión en solitario por estos terrenos, y elijo para ello el camino que visité hace 2 días con Laura por el río Shilcayo, tierra ya conocida, rodeada de árboles y por tanto suprimidora de estrés para mi GPS mental. En el trayecto me encuentro con algunos animalitos.






















A la vuelta me desvío un poco del camino y exploro la parte periférica de Tarapoto más cercana a casa. He de decir que durante prácticamente todo el viaje he notado que la gente parece estar encantada con tener un fotógrafo cerca, lo cual me sorprendió desde el primer momento. Aprovecho la coyuntura para fotografiar el tipo de vida que suelen llevar las personas por aquí. Sinceramente, aunque ninguna cultura en el mundo es perfecta, creo que tenemos pendiente aprender muchas cosas de ellos.


































Comemos y nos vamos a pasar la tarde con unos amigos de Ismael y Deyler, pero antes nos pasamos Ismael y yo por un mirador en Tarapoto. Para acceder es mejor estar federado en escalada, pero se puede.










Una vez visto el mirador, seguimos nuestra marcha. Ahora vamos a otro de esos pueblos tranquilos que merece la pena visitar.








Todo el estrés que tenga uno acumulado se transforma en paz cuando se atraviesa la puerta de esta casa en el imperturbable pueblo de Cacatachi. En esta casa todo es ecológico y todo se recicla, de hecho hasta la piscina forma parte integrante de la propia naturaleza del lugar. Allí nos encontramos con Marina, Laura, Alicia y Mirko, que es amigo de las anteriores y de Deyler e Ismael y también psicólogo.














Laura, Alicia, Marina y Mirko.













Una vez cargadas las pilas, aprovechamos los últimos minutos del sol tropical para dar un paseo por Cacatachi.


























































Uff, nos ha caído la noche, no creo que nos siente mal un descansito en el césped de la casa.




Y después del descanso, una cenita, y para casa. Hoy lo he pasado bastante bien, sobre todo por la tarde. Y al llegar a casa, nos estaban esperando Deyler y... ¡¡Aleeeee!! Ya está en casa con nosotros. Mañana os lo presento.






Lo mejor del día: La tarde en Cacatachi.

Lo peor del día: No sabe, no contesta.


Día 5: Selva por un tubo.


Empezamos el día con un buen desayuno, como de costumbre.

Deyler e Ismael preparando la comida.


Justo después nos preparamos y salimos a la calle para contratar una furgoneta que nos lleve a los sitios donde vamos hoy.

Bella y Ale.
















Parece que hay problemillas porque el chófer es de éstos que te dicen "queda media horita" pero no llevan reloj ni saben calcular el tiempo. En fin, llamamos y rellamamos, y justo cuando estábamos organizándonos para hacerlo de otra manera, llega la furgoneta. 








Se meten todos en la furgoneta menos Mirko y yo, que vamos a ir en su moto por si nos paramos a hacer fotos de los paisajes. Y vaya si nos paramos.



Desembocadura del río Mayo en el Huallaga. Se puede observar la diferencia de colores en las aguas de ambos ríos.








Después vamos a una especie de piscina natural en un río estrecho, donde Deyler, Ale, Ismael y yo nos comemos un juane cada uno. El juane es arroz con pollo y huevo envuelto en una hoja de bijao. Buenísimo. Los demás componentes de la manada comen en un restaurante que hay aquí. Y después de la comilona, qué mejor que un pequeño bañito.
































Ya hemos descansado, ¿no? Pues vámonos a andar. Próxima parada: catarata de Pucayaquiyo. Hay que subir durante 45 minutos por un sendero estrecho y la mayor parte del tiempo con bastante pendiente. Entre el clima tropical y el esfuerzo llegamos echando sudor por tuberías, pero merece la pena. Pasen y vean.






















Et voilá (se pronuncia "e vualá), y delante de ustedes, la catarata de Pucayaquillo. Y como está mandao, ahora lo que toca es un bañito, justo lo contrario de lo que me dijo la médica que me puso las vacunas. En cualquier río de este tipo en España el agua estaría heladísima, aquí está como la de una piscina a finales de agosto. Llenamos las botellas y potabilizamos el agua por si acaso.





























A la vuelta nos parece ver una serpiente de no más de 1 metro, pero no se ve bien. La selva es tan frondosa que cuando estás dentro no siempre ves los rayos del sol. Si hay algo de bueno en eso es que te crees que está anocheciendo, y cuando sales te das cuenta de que todavía está el sol alto. Vamos a celebrarlo yéndonos a la playa de Shapaja. ¿Una playa en interior? Sí, vamos a verla.





En cuanto llegamos, lo primero que hacemos es contratar un barquito que nos lleva a la otra orilla, así podemos estar solos y más tranquilos.















































La luz del sol eclipsada por las montañas produce un efecto óptico que hace que parezca que las nubes se separan justo por encima de la playa, al tiempo que Ale entra súbitamente en la escena dándole a la imagen el toque mágico que necesitaba para hacerla más propia del entorno en el que estamos.


Cuando vemos que empieza a anochecer, llamamos al barco para que nos lleve de vuelta a la otra orilla. Mirko estuvo en el ejército y es un experto haciendo esas cosas.










Y en cuanto llega la furgoneta, nos vamos a casa a descansar. Ahora vuelvo yo en la furgoneta y Alicia se va con Mirko. Hoy el día ha sido completo.




Ahora a ponerse el pijama y a ver un poquito la tele antes de dormir, que de todo tiene que haber en la vida, ¿no?






Lo mejor del día: Hacer la croqueta en la arena de Shapaja.

Lo peor del día: La tardanza de la furgoneta esta mañana.


Día 6: Sorpresita.


Hoy es mi cumpleaños, y también nos espera un día completo. Deyler tiene que trabajar y Ale se queda en casa.






Ismael y yo nos vamos con la moto por un camino de piedras un poco escurridizo hasta que llegamos a San Antonio de Cumbaza, pero por el camino hacemos algunas paradas.






Una vez allí aparcamos la moto y empezamos a andar por un sendero paralelo al río Cumbaza, que nos obliga a cruzar el río por dentro tres veces, lo cual le da un aire más natural si cabe.
















Por el camino nos encontramos algunas personas extrayendo madera.






































Cuando llevamos un rato andando llegamos a la catarata de Huacamaillo. Aquello está literalmente donde Cristo perdió el mechero, prueba de ello es que justo antes de llegar a la catarata me encontré un mechero amarillo. Aunque hoy curiosamente no hace calor (o tengo el termostato roto), lo primero que hacemos después de comernos un juane es darnos un baño. Aprovechamos tambien para llenar las botellas y potabilizamos el agua, aunque alguien de la zona nos cuenta que bebe de aquí todos los días.




































Cuando volvemos hacemos una visita al pueblo, pero antes hay que reponer energías con un coco. Benditos cocos. El proceso es el mismo: lo tiran del árbol, le hacen el agujero, te lo bebes y después te lo parten, aunque aquí le quitaron la cáscara entera con el machete. Eso es arte.


















Durante la visita al pueblo nos asomamos a un colegio, a ver lo que se cuece por allí. Están formando filas y preparándose para algo. Algunos alumnos incluso conocen a Ismael y se acercan a saludarlo.
















A pesar de que las duras condiciones de las zonas rurales de Perú impiden que el sistema educativo sea lo suficientemente eficiente, debido sobre todo a la rigidez de una pedagogía poco adaptativa a la diversidad cultural peruana, los jóvenes nunca pierden el sentido del humor. Ismael lleva dos años trabajando en colegios peruanos como psicólogo, y esta es su experiencia:

"En dos años de cercanía al sistema educativo peruano y de trabajo en un colegio particular, esta es mi opinión sobre el estado en general del sistema educativo en Perú.



La disciplina se entiende en la obediencia incuestionable del profesor, desde una perspectiva de verticalidad en la relación alumno-profesor, mostrándose ello en formación de filas antes de entrar a los colegios, realización de desfiles al estilo militar obligados, cortes de estilo militar obligados en los varones y segregación de actividades entre niños y niñas, aunque la mayoría de los coles son mixtos. Y por supuesto, obligatoriedad de uniformes.



Se mantiene con bastante arraigo la importancia de transmisión de todo tipo de valores importantes para la sociedad como respeto, puntualidad, responsabilidad, etc., pero casi siempre impartido desde una motivación extrínseca para el alumnado.



La profesionalización del profesorado parece haber quedado estancada, se usan pedagogías basadas en transmisión de contenidos bajo el principio de vertido de la información de forma unidireccional desde el profesor al alumno y de forma memorística, siempre haciendo excepción en función del tipo de profesor, pero todo ello se encuentra en lo más común y generalizado, teniendo también presente con currículo totalmente estandarizado y rígido para todo el Perú, sin adaptarse a las diferentes realidades de la gran y rica diversidad de cultura peruana.



Se tiene el principio muy arraigado en el que una escolarización cuanto más temprana mejor, es decir, instruir cuanto más temprano posible en lectoescritura a los niños, perdiendo la orientación sobre un desarrollo integral del niño.

En la sociedad peruana está muy instaurado que para tener educación de calidad de los niños es necesaria una educación privada y totalmente de pago, creando un negocio de un servicio básico para el desarrollo de una sociedad. Los colegios públicos suelen estar masificados y la educación suele estar menos individualizada. En cambio, en los colegios particulares hay una base de competitividad entre alumnos, con objetivos a alcanzar meramente académicos para conseguir colocar cuanto más alumnos mejor en la supuestas mejores Universidades del país. Una orientación puramente de desarrollo de habilidades lógico-lingüisticas, dejando de lado las habilidades socio-emocionales. Tanto en la pública como en la privada las listas de clasificación públicas sobre las notas del alumnado (1er puesto, 2do puesto... etc.).

Pedagógicamente hablando, un sistema educativo anacrónico, rígido, perspectiva desintegrativa del desarrollo humano y basado en pura competencia, creando y acentuando las diferencias sociales del Perú."


Por suerte, Ale está en un colegio diferente, donde le dejan ser un niño. Yo siempre he pensado que los niños están diseñados para jugar, no para cumplir órdenes. Está claro que a los niños hay que formarlos y enseñarlos a convivir, pero hay muchas formas de hacerlo, y para algunas de esas formas casi siempre se necesita un arma muy potente que se llama paciencia. Como dice una frase que se le atribuye a la psicóloga Camila Bascou Bentjerodt: "No existe niño difícil, lo difícil es ser niño en este mundo de gente cansada, ocupada, sin paciencia y con prisa". Yo no tengo hijos, pero algo he aprendido con los años.

Debajo de estas líneas, los escolares ensayan el desfile que representarán durante la celebración de las Fiestas Patrias de Perú. Mientras duran estas fiestas, el 28 y el 29 de julio, se conmemora la Independencia del Perú después del dominio de España. Las leyes peruanas imponen el uso de la bandera nacional en todos los edificios públicos y particulares en el período que va del 27 al 30 de julio entre las 8:00 am y las 6:00 pm, bajo la imposición de una multa que va de 54 a 1800 soles.












Y después de esta breve parada, seguimos paseando por el pueblo y sus alrededores.























Cogemos la moto con la intención de ir a otro pueblo, pero nos encontramos con una obra en la carretera que nos obliga a dar un rodeo demasiado grande, por lo que decidimos bajar hacia Tarapoto y en un cruce a Ismael se le ocurre que nos podemos meter en esa carretera para ver a dónde llega. Al cabo de un rato llegamos a un pueblo muy pequeño que no tiene nombre en los mapas (está señalado como "Poblado" en el mapa de más arriba).








Y volvemos a casa. En el camino de vuelta pisamos un bache y el pedal del freno trasero de la moto se dobla quedando inutilizable, pero como buenamente podemos lo ponemos más o menos bien y volvemos con cuidado. 

Llegamos a casa y Deyler tiene que ir a una reunión y Ale se queda con ella, así que Ismael y yo volvemos a salir para dar una vuelta. Después de un rato me propone ir a casa de las chicas para ver qué tal están y acepto. Cuando tocamos el timbre, abren y se va la luz. O eso me creía yo. Sale Deyler con una tarta y empiezan a cantarme el cumpleaños feliz. La única vela que soplé la tendré siempre guardada de recuerdo. Allí están también Deyler, Ale y Mirko (no sabía que la reunión era allí, jeje). La verdad es que habían conseguido engañarme bien. Pero es que la tarta no era la única sorpresa, porque además también tenían una cena preparada. ¿Con gente así cómo no voy a querer volver a Perú? Después de la cena sí que toca descansar de nuevo. Mañana habrá más.


Foto: Alicia.

Foto: Alicia.


Lo mejor del día: La fiesta sorpresa de cumpleaños.

Lo peor del día: En general, no me gusta cómo hacen muchas cosas en los colegios peruanos.


Día 7: Relax previo a la aventura.

Como dice el título, hoy vamos a tener un día relajado, y falta que nos hace porque Alicia, Marina, Laura y yo estamos planeando un viaje a Iquitos, que para quien no lo conozca es la capital peruana de la selva amazónica. Mientras tanto, Ismael decide llevarme a un sitio desde donde se ve el aeropuerto y, si tenemos suerte en el horario, algún avión despegar o aterrizar. Pero antes hay que arreglar la moto, así que cogemos a Ale y nos vamos al taller.




Una vez arreglada la moto nos ponemos en marcha y tras comprobar que no frena del todo decidimos pararnos en otro taller para cambiar la pastilla del freno. Una vez concluida la reparación, nos vamos a Rancho Vista, un área recreativa en Tarapoto, para disfrutar con las vistas. Solo oímos un avión de lejos, pero qué más da, aquí se está de pu[CENSURED]re.





Después de un buen almuerzo, me dedico a preparar tranquilamente mis cosas para mi próxima partida a Iquitos mientras Ale me cuenta sus cosas sentado en el ordenador. Entretanto, me entretengo en escribir su nombre sin decirle nada en un pedazo de plastilina que tiene pegado en la pared de su cuarto, y le regalo una moneda de 1 euro para que la guarde como amuleto. Esta tarde Deyler e Ismael trabajan, así que no podemos ir a ninguna parte. De todas formas, Ale lleva mucho rato ya con el ordenador y salimos a dar un paseo por Tarapoto.


Ale es mi guía y se supone que me va a conducir hasta la plaza, pero de pronto se cuela sin avisar en el trabajo de su madre para ir a verla y pedirle las llaves porque habíamos olvidado algo en casa. Después un helado para cada uno nos ayuda a sobrellevar mejor el típico bochorno de las zonas tropicales (esa era la excusa para comer helado, porque tampoco teníamos tanto calor), y seguimos con el paseo. Al llegar a casa toca preparar comida, porque creo recordar que a las 11:00 pm era cuando nos recogería el chófer para ir a Yurimaguas. Después de cenar vamos a casa de las chicas, y mientras esperamos al coche que va a recogernos, Ale se disfraza de mí.


Ya ha llegado el coche, tarde como siempre, y nos despedimos. A Mirko, a Ismael, a Deyler y a Ale ya no los veré más en este viaje, y eso no me gusta nada. Nos subimos en el coche y ponemos rumbo a Yurimaguas, donde debemos coger un barco que nos llevará, teóricamente, a Iquitos, pero no todo va a salir según lo previsto en esta última fase de mi viaje. Digamos que aquí, sin saberlo, es cuando de verdad va a empezar nuestra aventura.



Justo cuando estamos cargando el coche nos dice el conductor que escondamos las cosas de valor por si nos asaltan en la carretera... empezamos bien. Por lo visto en esa carretera existe el riesgo de que te encuentres un obstáculo y llegue alguien a robarte si circulas por ella por la noche. Para desagrado de esos cuantos amigos españoles que tengo que son capaces de explicártelo todo sin saber nada, al parecer el riesgo no es mayor que el de que te atraquen si paseas plácidamente por Madrid, pero existe y no viene mal tenerlo en cuenta.

Ya en carretera, yo creo que Carlos Sáinz en su mejor rally se quedaría atrás si intentara competir con el chófer que nos tocó, sinceramente. Hay que tener mucho arte para adelantar a los camiones en doble línea contínua y en curvas cerradas de sierra de esa manera. Como consecuencia de ello, al poco rato empiezo a notar que las pastillas contra el mareo de Perú no son tan efectivas como la Biodramina de toda la vida. Después de todo el viaje vomitando imaginaos cómo llego a Yurimaguas.

Allí nos bajamos del coche y comprobamos que la taquilla para sacar las boletas (billetes) está cerrada. Se supone que a las 3:00 am sale "nuestro" barco, eso que los de la zona llaman una lancha rápida, porque el barco normal tarda 3 ó 4 días en llegar a Iquitos, y la lancha sólo 1 día. Esperamos a que sea la hora, y yo me quedo durmiendo. Cuando llega la hora nos acercamos al barco y resulta que ya va lleno y no nos pueden vender boletas. En resumen: perdemos el barco, son las 3 de la mañana y hay que solucionar esto. Nos vamos en moto y en motocar con un amigo de Mirko a buscar hospedaje, y despues de tocar varias puertas damos con alguien que contrata tours turísticos por la selva, y acordamos embarcar mañana (o mejor dicho dentro de un rato) en una lancha rápida de la empresa Bravo que nos dejará en Lagunas y allí un guía nos tendrá un par de días pegando trechas por la selva. Nos parece bien, acordamos el precio y nos hospeda gratis, porque solo vamos a dormir poco más de 1 hora. Para variar, a Laura se le rompe la mochila con el roce de las ruedas en el motocar, pero es reparable.


Lo mejor del día: El paseo y los helados con Ale haciéndome de guía turístico por Tarapoto.

Lo peor del día: No me gustan nada las despedidas.


Día 8: Rumbo a la selva baja.

Nos levantamos casi antes de acostarnos porque nuestra lancha sale a las 7:00 am. Yo apenas he dormido, pero el sueño que hice esperando a que llegara la hora del barco inicialmente previsto y el de ahora me han sentado perfectamente, y ahora mismo podríamos decir que estoy no nuevo del todo, pero sí listo para casi todo. He dicho casi.

Apenas tenemos tiempo para asomarnos al balcón del sitio donde dormimos y nos vamos al puerto, aunque eso de puerto es por decirle algo.



Esta lancha nos va a llevar por el río Huallaga para dejarnos en un pueblo que se llama Lagunas, en medio de la selva. Nos subimos, y después de esperar un poco empieza la hélice a girar y nos vamos. El viaje creo recordar que duró unas 6 horas a 32 km/h aproximadamente y haciendo varias paradas para descargar pasajeros y supongo que comida en varios puntos, y desde el río, entre chubascos, vimos muchas cosas.


















Al fin llegamos a Lagunas, nos recoge Alberto, nuestro guía, y nos vamos a su casa. Allí nos presenta a su familia y nos pone de comer. Alberto se va a convertir no solo en nuestro guía, sino también en nuestro amigo. En toda nuestra estancia en Lagunas nos trató como si fuéramos sus hijos. Si alguna vez pasáis por Lagunas y quéreis seguridad, preguntad por él, merece la pena. Después de comer descansamos un poco mientras se pasa la lluvia, porque dentro de poco nos espera una pequeña excursión por los alrededores de Lagunas y por dentro del pueblo.
























Y como lo prometido es deuda, nos vamos de excursión oliendo a tierra mojada.














Cuando volvemos nos pregunta Alberto que si queremos tomar un té, pero yo, más listo y más rápido que nadie, le digo: "¿Ah, pero no tienes cocos?" En fin, cuando vuelva a España me va a costar vivir sin cocos.














Después del ajetreo que llevamos estamos muy cansados, aunque a mí personalmente el coco me ha sentado bastante bien. Nos sentamos y las chicas, que son las que tienen cobertura y por tanto las encargadas de informar de si estamos vivos o no a nuestras familias, se ocupan de mandar los respectivos mensajes. Mi padre, como todos los días, sigue pendiente del WhatsApp a las 3 de la mañana de España y Deyler dice que Ale ha escrito mi nombre en la plastilina de su cuarto. El sueño nos va apagando gradualmente.

No sé si os había dicho que aquí las camas son tablas de madera y no tienen colchones. Hay en total 2 camas para 4 personas y 1 cojín grande por cama. Para mañana hemos quedado con Alberto en levantarnos a las 4 de la mañana y así tenemos más tiempo para ver cosas y podemos aprovechar mejor el día. Son las 7:00 pm y tenemos el sueño correspondiente a las 2:00 am. En los trópicos la relación día/noche es equivalente a 1/1. Esto significa que si el sol sale poco después de las 6:00 am, se va a poner igualmente poco después de las 6:00 pm. Esto es así durante todo el año. A medida que te vas alejando del ecuador, la cosa se va pareciendo cada vez más a lo que tenemos en España (en invierno días cortos y noches largas y en verano días largos y noches cortas). El caso extremo se da en los polos, donde durante medio año los días son tan largos que el sol está 6 meses sin ponerse y el medio año restante las noches son tan largas que el sol nunca llega a salir. Entretanto, buenas noches.

Lo mejor del día: La hospitalidad de Alberto y su familia en su casa de Lagunas.

Lo peor del día: El coñazo de tantas horas en el barco.


Día 9: La vida en la selva.

Supongo que estaréis de acuerdo conmigo en que eso de levantarte a las 4 de la mañana oyendo diluviar y tener que salir al exterior para mear mojándote y encontrarte una araña gigante subiendo por la puerta mientras aflojas la cuerda que la cierra es la mar de romántico. 


Yo creía que habíamos quedado a esta hora, pero aquí no se oye ni un alma, salvo la lluvia. Al rato llega Alberto y me dice que mejor esperamos a que deje de llover, así que aprovecho para descansar un poco más. Después de un rato nos levantamos, nos preparamos y nos vamos al puerto en motocar.






Allí nos subimos en una barca y nos vamos lentamente siguiendo el curso del río. Podemos ver algunos delfines rosas, martines pescadores y otros bichos, además de algunas casitas solitarias en la orilla del Huallaga.











Al cabo de un rato llegamos a la casa de una familia que vive en la orilla del río ("Casa" en el mapa). Atracamos la barca en la orilla y subimos ayudándonos con una cuerda.













La familia nos recibe con los brazos abiertos y lo primero que hacen es ponernos de comer. Los peces daban saltos dentro de un barreño, yo creo que no voy a ver comida más sana en mi vida.































Ya con el estómago lleno, seguimos nuestra marcha por el río en busca de nuevas cosas para ver. Alicia se ofrece voluntaria para remar un rato.







Al rato llegamos a Esperanza de Aypena, en la desembocadura del río Aipena (estos últimos nombres no los tengo confirmados, no obstante sus ubicaciones en el mapa sí que son exactas). Desembarcamos para descansar de tanto barco.











Allí estamos un rato y después volvemos de nuevo a la casa de la orilla del Huallaga.









Y como no podía ser de otra manera, somos recibidos por un bonito representante de la fauna local.











Almorzamos y hacemos una excursión por dentro de la selva, en la que conocemos muchas plantas características de la zona.



































Entre las plantas que conocimos está la yarina, que tiene unos frutos comestibles cuyas semillas están dispersas por todo el suelo de la selva. Me traje unas cuantas a España para repartirlas como recuerdo.

















Después nos sentamos un rato y Alberto nos cuenta algunas cosas sobre la supervivencia en la selva, hasta que finalmente volvemos a la casa, que ya la tenemos cerca. Empieza a llover otra vez, así que nos metemos dentro, aunque la verdad es que la lluvia de la selva siempre apetece. Tomamos un té, deja de llover y nos vamos para que no nos caiga la noche en medio del río.



































Nada más llegar al puerto de Lagunas compramos las boletas para la lancha rápida de la empresa Jhoana que mañana nos va a llevar a Nauta, que se supone que sale a las 8:00 am (creo recordar) y tarda unas 12 horas en llegar. Este trayecto empezará por el río Huallaga, que pronto desemboca en el río Marañón, más ancho que el anterior y por donde vamos a hacer la mayor parte del trayecto. Una vez lleguemos a Nauta buscaremos un chófer que nos lleve a Iquitos por carretera en 1 hora y media aproximadamente, y allí veremos dónde podemos dormir los 2 días que vamos a pasar en esta ciudad.



Lo mejor del día: Me ha gustado demasiado la forma de vivir de los habitantes de la selva.

Lo peor del día: Me ha gustado demasiado la forma de vivir de los habitantes de la selva.


Día 10: A merced de la selva

Hoy va a ser probablemente el día más caótico de todos los que pase en Perú. Algunos pensarán que debería cambiar la palabra "caótico" por "peligroso", pero yo creo que no, lo único que pasa es que los europeos no estamos acostumbrados a la forma que tienen por aquí de hacer las cosas.


WC tropical, con todas las comodidades, intimidad asegurada. Que no se te olvide tirar de la cadena.

Después de un buen desayuno y de despedirnos de Alberto y su familia nos vamos al puerto y allí compramos algo de comida, puesto que el viaje va a ser largo. Hoy ya sabemos de antemano que vamos a estar todo el día navegando, y no precisamente por internet. Alberto y su familia nos ha tratado muy bien, os lo recomiendo si visitáis la zona y necesitáis guía y/o alojamiento.













Y tras aprovisionarnos de víveres todavía tenemos tiempo para coger el barco con hora, nos vamos al muelle y esperamos. Y esperamos. Esperamos. Esperamos. Esperamos. Y seguimos esperando porque el barco no llega. Cada vez que vamos a la taquilla de las boletas nos dice la mujer: "Media horita máximo, señor". Un poco más y todavía estamos allí esperando. Nos da tiempo a conocer gente y que nos cuente su vida y todo. Por lo visto por la mañana temprano hubo niebla en muchas zonas (incluyendo Lagunas), y la falta de visibilidad ha hecho que el barco parta tarde y encima tenga que ir más lento.

Al final creo que el barco llega unas 3 ó 4 horas tarde. Estos barcos son muy largos y estrechos, y se entra por la proa. Cuando el barco llega al puerto pincha la proa en el barro de la orilla, y por ahí entra cada uno como puede. El problema es cuando tanto los que deben salir como los que tienen que entrar no se ponen de acuerdo, y como allí no hay semáforos, el caos está garantizado. Yo no sé cómo es la quilla de esos barcos y prefiero no enterarme, pero este en concreto cuando la gente desplaza mucho el peso a un lado algunas veces se escora tanto que parece que se va a volcar de verdad. Si viajáis aquí os recomiendo llevar palomitas para disfrutar mejor del espectáculo.

Cuando al fin entramos en el barco nos encontramos con que no hay asientos libres para todos. Es curioso, porque se supone que íbamos con boleta. Laura y Alicia consiguen sentarse, y Marina y yo nos sentamos en el suelo, en un lateral de la popa. Digo "lateral" por decir algo, porque estos barcos son tan estrechos que apoyas la espalda en un lado y los pies casi te llegan al otro. Había más gente sentada en el suelo, así que no íbamos a ir tan aburridos. Después de un rato, al fin partimos.



Se supone que como ya estamos subidos en el barco tenemos la seguridad de que dentro de unas 12 horas estaremos sanos y salvos en Nauta, pero bueno, esto es la selva, así que mejor vamos a adaptarnos a sus leyes. Marina encuentra un asiento libre para ella en la popa y poco después me llama un componente de la tripulación para indicarme un asiento libre donde puedo sentarme en la parte de proa. Más tarde se queda aquí otro asiento libre y lo aprovecha Marina. Como véis, más o menos nos vamos acomodando como podemos.

Como en el otro barco, de vez en cuando hacemos paradas en algunos pueblos, sobre todo para dejar sacos y cajas que supongo que contienen comida. En algunas de las paradas, niños y mayores aprovechan para introducirse en el barco por la ventana y vender a los pasajeros tanto agua como bebidas y comida. Mejor no especifico el aspecto de algunas de esas comidas, aunque otras cosas tenían muy buena pinta y deben ser bastante seguras para los estómagos europeos. A mí me dijeron que seguramente tendría 2 ó 3 días de diarrea al poco de llegar a Perú y todavía estoy esperando, lo que no sabe el que me dijo eso es el tipo de vida gastronómica que llevo yo en España algunas veces.











Lo bueno es que en este barco nos ponen bien de comer, y para ello nos dan a cada uno un plato cerrado de corcho con el interior lleno de arroz con carne. Seguimos avanzando y vemos que el barco reduce la velocidad, y es que tenemos delante de nosotros una tormenta con muchísimo viento con el que hay que tener precaución. A pesar de la lluvia, la tripulación nos recomienda que dejemos abiertas las "ventanas" para que el aire se fugue por dentro del barco y de esta forma incrementemos un poco la seguridad.





Al avanzar, el barco levanta agua en la parte de la proa, y ese agua a veces es empujada por el viento y se cuela dentro del barco... y de la comida. Comerse esto ahora es como beber agua del río, así que ya comeré algo más tarde. Entre sueños y charlas con algunos pasajeros el viaje sigue, de momento sin complicaciones. Alicia se pasa de vez en cuando por donde Marina y yo estamos sentados para comprobar que no nos hemos caído al río ni nada parecido. El baño de este barco, si me permitís, mejor no os cuento cómo es. Justo antes de caer la noche se nos pone un barco paralelo a nosotros y nos preguntan que si puede subir un pasajero. Los tripulantes del barco le niegan el paso, por lo visto para evitar la posibilidad de que sean rateros que quieran asaltarnos. No os voy a contar lo que guardaban en el barco para proteger a los pasajeros porque os asustaríais.



Al final nos cae la noche, y uno de los de la empresa se va a la proa para iluminar con un foco lo que hay en la parte delantera del barco y que de esta forma el conductor, o como se llame el que lleva el barco, vea más o menos el río y sepa o intuya por dónde puede ser que vamos. La oscuridad dentro del barco es casi total, el silencio solo se rompe cuando una mujer grita a cada barco que se acerca a nosotros pensando que va a asaltarnos, y si asomas la cabeza por la ventana se ven todas las estrellas del mundo. Impresionante.

En esta época del año, el río lleva menos agua que en la época de lluvias, y es posible que en algún tramo el lecho de arena esté a muy poca profundidad y quede oculto debajo de la superficie del agua. Yo creo que si no nos pasa algo más el viaje no termina de tener gracia, por tanto en un momento del trayecto, cuando parecía que todo iba bien, algo empieza a raspar la quilla del barco y de pronto nos paramos. Nos dicen que nos quedemos quietos, y empiezan a darle caña a los motores. Acelerón hacia adelante, acelerón hacia atrás, pero el barco no se mueve. Algunos se ríen porque les parece gracioso, otros se dedican a decir lo que tenemos que hacer sin mover el culo y el resto simplemente sigue sentado sin decir nada. Algo hay que hacer porque ahora sí que somos blanco fácil para los piratas, aunque el riesgo no sea tan alto. Nos metemos unos cuantos en el río, y con el agua por las rodillas y los bichos de la selva despertándose empezamos a empujar la embarcación. Empujamos a un lado, empujamos al otro lado... el barco siempre se mueve hacia donde empujamos, pero nunca sale de la zona poco profunda. Al final los que están dentro empiezan a mecer el barco de un lado para otro y los que estamos fuera seguimos empujando, hasta que por fin sacamos la lata esa a la que llaman barco de esta zona, nos subimos rápido y seguimos avanzando por el río. Ahora recuerdo aquello y la verdad es que no sé de qué demonios me estaba riendo en ese momento. Desde entonces cada vez que el barco bajaba las revoluciones del motor me bajaba la regla.



Pasan los kilómetros y llegamos a Nauta, no recuerdo la hora pero ya era tarde para ir a Iquitos sin saber mucho, y Marina y yo planeamos decirle a las otras dos chicas, si seguían vivas, que mejor nos quedamos a dormir en Nauta, que entre otras cosas es más barato, y mañana de día será mejor hora para buscar algún hospedaje en Iquitos. Creo que no servimos para vender.

Laura ya nos había contado que en este segundo barco ha conocido a Carlos, una especie de misionero (no recuerdo exactamente a qué me dijo que se dedicaba), de fiar y buen conocedor de la zona y de los sitios donde poder dormir en Iquitos, que va directamente hasta allí y que podíamos dejar que nos asesore para llegar hasta un sitio donde poder pasar esta noche. La verdad es que todavía no lo sabemos, pero este hombre nos va a solucionar bastantes papeletas a partir de ahora, y ciertamente ha sido una gran suerte encontrarlo. Laura vuelve a insistir en que vayamos con él, aceptamos y vamos en motocar al apeadero de coches de Nauta, donde nos subimos en una furgoneta y llegamos hasta Iquitos. Me sorprende la rapidez con la que este hombre lo organiza todo.



En Iquitos volvemos a subir en motocar y llegamos a una especie de hostal de mala muerte donde tocamos en la reja que forma la puerta y nos abre una mujer que nos ofrece 2 habitaciones individuales. Nos quedamos, organizamos las habitaciones y Carlos se va a dormir a la última habitación que quedaba libre.

El hotel, o lo que sea esto, realmente no sé si describirlo. Los colchones están negros de lo sucios que están, y creo recordar que no tienen almohada (Manolín, para ya). Todas las habitaciones dan a un pasillo central que parece una cárcel de Cuba. Los dueños de este sitio duermen en la "recepción", cerca de la puerta de la calle. Al rato de acostarnos llega una familia a una habitación cercana, ponen la tele con el volumen alto y empiezan a hablar de sus cosas con un tono por encima del que tiene la tele, porque si no no se enteran de lo que dicen (a veces pienso que también quieren que nos enteremos nosotros). Los niños, que por las voces calculo unos 300 ó 400, no paran de dar saltos, gritan como si estuvieran despellejando gatos vivos y los golpes que dan en la pared los veo demasiado fuertes para estar producidos por individuos de su peso, pero se nota que es de ellos. Laura sale fuera para intentar calmar a las bestias, que piden perdón alegando que vienen de trabajar (motivo de peso para montar un fiestón a esas horas de la noche, sí señor). Después siguen igual, pero a un 75% del volumen sonoro que mantenían antes. La verdad es que por 10 soles por cabeza tampoco sé de qué nos sorprendemos.

Lo mejor del día: Encontrarnos con Carlos por el camino.

Lo peor del día: El hotel.


Día 11: Llegamos al Amazonas

Nos levantamos y nos reunimos con Carlos para salir a desayunar y ver la ciudad, pero lo primero que le decimos es que queremos cambiar de hostal. Nos lleva a un hotel en otra parte de Iquitos, sensiblemente más acogedor que lo otro. Dejamos las cosas y salimos a desayunar.

Carlos nos lleva a un restaurante donde comemos estupendamente, a mí personalmente me ha gustado mucho el sándwich que me he pedido, y sobre todo el jugo que nos han puesto. Después de los cocos, el jugo es lo mejor que te puedes meter en el estómago en este país. Los suelen hacer mezclando zumo natural de cualquier fruta con leche. Después de llenar el estómago visitamos un poco la ciudad, donde vemos un mercado y Carlos nos cuenta la historia de algunos edificios que vemos por el camino.







Más tarde nuestro amigo Carlos se ausenta un rato para trabajar, y nos aconseja que mientras tanto vayamos al Parque Turístico Nacional de Quistococha, una especie de zoológico donde podremos ver muchas especies de animales y plantas de la zona, y eso hacemos.



El complejo en total ocupa más de 350 hectáreas, pero nosotros solo visitamos el zoológico, que inocentemente creíamos que era una especie de Parque Jurásico pero sin escaparse los bichos, y sin entrar a valorar mi opinión respecto al mantenimiento lúdico-recreativo de especies salvajes en cautividad, esto es lo que vemos:





























































Después de ver los bichos y las condiciones en las que vivían quedamos otra vez con Carlos. Nos aconseja que cojamos un autobús para llegar donde está, y una vez que damos con él, nos subimos a otro autobús para ir al puerto del río Nanay. Los autobuses de esta parte del mundo son casi completamente de madera. Cuando digo "casi" es porque creo que lo único que no es de madera en estos vehículos son los pistones.



En Nanay nos topamos de frente con una de las cosas que más ganas tenía de ver en este país: el mercado de Iquitos, o lo que es lo mismo, Comidarraralandia. Aquí podemos encontrar una incalculable variedad gastronómica que no todos los occidentales son capaces de entender. Yo concretamente pruebo el suri (unos gusanos la mar de jugosos, los turistas me hacían fotos comiéndome eso) y la carne de cocodrilo, lagarto para los de la zona.




Carne de cocodrilo.

Brochetas de suri


Y por fin llega la hora de la verdad, lo que más ganas tenía de ver en Perú: nos vamos directamente al embarcadero del río Nanay y allí nos subimos en una barca, tijeras en mano, que nos va a llevar al río que da nombre a la selva tropical más grande del mundo. Después de navegar durante unos minutos, muy pocos, llegamos al Amazonas y allí procedemos al ritual. Yo me prometí a mí mismo (y a algunas personas) que si era capaz de llegar a este río y cumplir ese sueño de mi vida, me cortaría la coleta. Y dicho y hecho, indicamos al que lleva la barca que nos deje más o menos bien dentro del río, y cuando estamos situados, Laura (que lo sepáis, peluqueras montillanas, fue ella) tiene el honor de ejecutar la faena. Con unas tijeras de cortarse las uñas hace lo que buenamente puede, ya que mis tijeras se me olvidaron en casa de Alberto, en Lagunas, y evidentemente no voy a volver a por ellas porque no tengo ganas de empujar barcos. Tiro el pelo al agua y me pongo de nuevo mi pañuelo en la cabeza.



Foto: Alicia

Y después de matar al toro toca bañarse, porque ya que empezamos algo, lo terminamos: tenía que bañarme en el Amazonas, sí o sí. Aunque hubiera cocodrilos, pirañas o rayas eléctricas, que por cierto en esta zona no son peligrosas. Después de sacarme las 48723 cosas que siempre llevo en los bolsillos y agarrarme a la cuerda del barco me tiro, o mejor dicho, Carlos me empuja, y empiezan a mover el barco lentamente. Parece que no, pero el agua hace bastante resistencia aunque el barco vaya lento y al rato decido subirme de nuevo a bordo.


Foto: Alicia

Después seguimos el paseo por el río Nanay y al rato volvemos al puerto y nos vamos a comer. En el mapa de abajo vemos el recorrido que hicimos con el barco, registrado con un GPS. Primero recorremos el Amazonas, que es el río ancho de la derecha, y después el Nanay, uno más estrecho a la izquierda.













Para almorzar nos vamos a un restaurante asiático donde nos comemos un arroz buenísimo y que nos repone a la perfección (incluso repetimos), y después invertimos la tarde en descansar en el hotel. Llevo sin ducharme desde que salí de Tarapoto y un buen remojo me va a dejar nuevo. Por la noche salimos a cenar y a pasear un rato con Carlos, el cual nos lleva a un restaurante donde nuevamente comemos de lujo. Yo me pido un bocadillo de cocodrilo. Después de cenar paseamos como zombies de lo cansados que estamos y vemos un poco de capoeira callejero, mientras Carlos sigue hablándonos sobre algunos edificios y curiosidades de esta ciudad.

Mañana nos vamos de Iquitos, pero en aviones distintos. Las chicas tienen un vuelo a Tarapoto por la tarde, y mi avión sale a las 8:40 am con destino a Lima, por lo que debo estar en el aeropuerto muy temprano, mínimo 2 horas antes del vuelo. Hablo con Carlos para que me asesore sobre cuál es el mejor medio para desplazarme a esas horas de la mañana, y creo que voy a coger un motocar a las 5:30 am. Me despido antes de ir a dormir porque como salgo tan temprano no es cosa de despertar a nadie. Ahora, por fin, vamos a poder descansar en una cama limpia.

Lo mejor del día: Visito el río Amazonas, que es uno de los grandes sueños de mi vida.

Lo peor del día: Otra despedida, así no se puede.


Día 12: Hasta luego, Perú.

A las 5:00 am suena el despertador, y sin encender luces me levanto, me preparo y salgo del hotel. A las 5:25 ya estoy bajando las escaleras y cuando llego a la recepción allí está Carlos, esperándome con su moto, y diciéndome que no quiere dejarme solo a estas horas y que quizá sería más seguro que me llevara él mismo en su moto hasta el aeropuerto. Así lo hacemos, y en un rato ya estamos allí, me bajo de la moto y me despido de él.

Y dentro del aeropuerto, el mismo rollo de siempre: hacer el check-in, pasar los controles, esperar en la terminal y meterme en el avión. Mientras sale mi vuelo, me da tiempo a ver algunos aviones. El Aeropuerto Internacional Coronel FAP Francisco Secada Vignetta es muy parecido al de Tarapoto, pero con la pista un poco más corta. Los aviones se ven perfectamente desde la terminal en todas sus fases de despegue, aterrizaje y taxi.



Esta vez es un Boeing 737 de Peruvian el que me lleva a Lima. En vuelo voy mirando el GPS y desde el aire identifico el río Marañon. Haciendo cálculos mentales me pregunto si esa parte del curso del río que estamos sobrevolando ahora mismo es donde el barco se quedó varado y en un momento me vienen miles de recuerdos a la mente de los últimos días. Quién sabe, quizá el meandro que se ve en la parte de abajo de la foto sea la selva que me sonríe.



En Lima hay poco que contar, quizá igual que en Iquitos. Controles, terminal, embarque y a despegar. Al poco de despegar una azafata dice por megafonía: "Mmmmm... estooo... ¿hay un médico en el avión?" Lo único que me falta es que el avión dé la vuelta y vuelva a aterrizar por una emergencia. Al final no es nada importante. Me toca viajar en los asientos que van en medio, lejos de las ventanillas, pero por suerte el asiento que tengo al lado está libre y puedo dormir un rato. Al quedarme dormido vamos a considerar que hay un cambio de día, puesto que con el cambio de hora es más difícil controlar cuándo es un día y cuándo es otro. El briefing de vuelo previsto es salir de Lima a las 7:30 pm (hora peruana) y llegar a Madrid a las 14:00 (hora española).


El mismo Airbus A340 de Iberia que me va a llevar de vuelta a España llega a la terminal de Lima procedente de Madrid, unos minutos antes de cambiar los pasajeros y repostar el combustible necesario para emprender un nuevo vuelo de casi 12 horas de duración.

Lo mejor del día: Las circunstancias me permiten dormir cómodamente en el avión de vuelta a España.

Lo peor del día: No me quiero ir de Perú.


Día 13: El fin de una aventura.

Cuando me despierto veo esta imagen en la pantalla del asiento delantero. Digamos que me he quitado de en medio casi medio vuelo por la cara, aunque después de tantas horas de barco, aquí no me voy a quejar...



La comida en el viaje de vuelta está bastante mejor que en el de ida. Cuando llegamos a Madrid aterrizamos con un poco de turbulencia (no mucho, son poco más de las 14:00 y el calor del suelo mueve el aire creando corrientes verticales). En general, el vuelo no se me ha hecho demasiado largo.



Nada más aterrizar conecto los datos del móvil, llamo a mi padre y aviso a los grupos de WhatsApp de que estoy bien. Contacto con Aurorita y quedamos en que hoy duermo en su casa, porque mañana tengo otro vuelo temprano a Granada. Viene a por mí al aeropuerto y nos vamos a dar una vuelta por Madrid, cenamos y nos vamos a dormir.

Lo mejor del día: Duermo en un colchón, en vez de en una silla del aeropuerto.

Lo peor del día: Tengo una pinta de macarra que no puedo con ella.


Día 14: Ponme una tostada con mantequilla.

Nos levantamos temprano y Aurorita me acompaña al aeropuerto, a pesar de lo temprano que es. Mi vuelo sale a las 8:35 y ya se sabe que en los aeropuertos hay que estar 2 horas antes de la salida del vuelo. No sé por qué pero tengo mucha hambre, y aprovecho para desayunar porquerías industriales de esas que tienen chocolate dentro. Cómo se nota que ya estamos en España. No sé qué hora es en mi cerebro. Otra vez la rutina de embarque hasta que mi avión, un CRJ-1000 de Air Nostum, aterriza en Granada.



Allí están mi padre y mi tito, me reciben y aprovechamos el viaje de vuelta para hablar un poco de estos últimos días. Nos paramos en Loja a desayunar y vuelvo a comer porque no se me quita el hambre, esta vez una tostada entera con mantequilla. Al llegar a Montilla, Maribel termina de arreglarme el estropicio capilar (Laura hizo lo que pudo la pobre con las tijeras que tenía), y aquí acaba la historia. Para mí, el viaje no ha acabado del todo hasta que no me he visto con el pelo completamente cortado.

Este viaje hubiera sido imposible sin Ismael y su gente peruana y sin mi padre. En todos los días que ha durado me he divertido mucho, también me he aburrido esperando barcos, lo he pasado bien casi siempre, lo he pasado regular a veces (poquitas), he sido valiente, he pasado miedo, me he cansado y he vuelto a descansar, me he sorprendido y me he llevado chascos, he visto la selva, ríos de todas las anchuras, he sentido la forma de vivir de la gente de este país, he dormido en tablas de madera, he visto bichos, me han picado mosquitos, he bebido agua de los ríos, he comido bichos, he viajado en motocar, he conocido gente nueva a la que quiero volver a ver;  en este sitio hay cosas que me gustan y cosas que no, como en todo, pero una cosa sí la tengo clara: voy a volver. He dejado muchas cosas sin ver y mucha tarea sin hacer. Experiencias como poder ver la selva infinita desde el aire y desde el suelo, tener que empujar un barco con el agua por las rodillas en la noche de la selva amazónica, sentir el clima tropical y la lluvia de la selva en la cara o bañarme en el río Amazonas, y personas como Ismael, Deyler, Ale, Alicia, Laura, Marina, Mirko, la familia de Cacatachi, Alberto y su mujer, Carlos, Aurorita, mi padre, María, Ana y su familia, Joso, Diego, Javi y todas las personas que seguro que me dejo atrás que me han apoyado y aconsejado antes de salir y las que he conocido por el camino y me han ayudado mucho a que las cosas me salgan bien en este país y durante estos días serán los encargados de que mi ilusión por viajar por el mundo nunca muera_


Principales lugares visitados. Los lugares más cercanos a Tarapoto y Lagunas se pueden ver en los mapas correspondientes.

Lo mejor del viaje: Las personas.

Lo peor del viaje: Tener que volver a España.

Equipo fotográfico empleado:
- Canon EOS 7D + empuñadura Canon BG-E7
- Tamron AF 18-200 f/3.5-6.3 XR Di II LD
- Olympus Tough TG-4

1 comentario:

  1. Manuel tio tu tas loco!!!! pero donde has estao jejejeee.... llevo una hora viendo el viaje que te has pegao, no he visto a nadie que lo cuente o explique mejor que tú con todo detalle alucinando estoy!!! cantida de preciosas imagenes, pues me alegro mucho de que si era el viaje de tus sueños lo hayas realizado. Enhorabuenaaaaa. Un abrazo.

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