miércoles, 16 de marzo de 2011

110. agua


El día 22 de marzo celebramos, aunque creo que sin motivos de fiesta, el Día Mundial del Agua. Parece mentira que vivamos en un planeta al que quieren llamar Agua, precisamente por la extrema cantidad de este líquido que contiene esa gran esfera que desde el espacio se ve de un inconfundible color azul agua y que porta nuestras vidas, y que sólo podamos aprovechar una pequeñísima parte de este abundante pero a la vez tan escaso recurso vital.

Hace unos 3.500 millones de años, cuando se estima que empezó a gestarse la primera forma viviente sobre nuestro planeta, no existían animales, ni vegetales, ni hongos… lo único que había era una gran masa de organismos unicelulares que solo se preocupaban de comer y reproducirse, en una especie de mar gigantesco y de poca profundidad al que los científicos llamaban sopa orgánica.

La vida, en cierto modo, empezó en el agua, y podemos decir que desde entonces el agua siempre ha sido imprescindible para cualquier forma de vida que haya existido a lo largo de la historia del mundo, y nosotros, como bien sabemos, somos una forma de vida más. Somos concretamente una forma de vida que necesita unos 300 litros de agua cada día para poder llevar a cabo sus funciones vitales de una forma eficiente (y a veces innecesariamente cómoda), desde la ingesta directa de la citada agua hasta la ducha, pasando por la cocina, la piscina, el inodoro, la agricultura y terminando en ese grifo que gotea sin que nos demos cuenta y que hace desaparecer algo así como 30 litros de agua cada día.

Paralelamente, también compartimos este mundo con una elevadísima cantidad de seres vivos que también consumen agua, entre animales, plantas y demás, y todos necesitamos de este líquido para poder vivir.

De toda el agua que tenemos en el mundo, un 97% es el agua salada de los mares, no potable directamente, y el 3% restante es agua dulce superficial, subterránea y en forma de hielo y nieve. Únicamente el 0,6% de la superficie terrestre está cubierto de agua dulce, la única que nos podemos beber. De ese 0,6% tenemos que descontar el agua biológica (que es el agua que está presente en los seres vivos), el agua de la atmósfera y la humedad del suelo. Nos queda el agua de ríos, lagos y demás, que es un 0,34% del total. Ya mejor no seguimos descontando las aguas contaminadas y la de esos arroyos y ríos que no nos gustan mucho porque tienen un color raro, una espumita sospechosa o huelen mal.

Pues bien, ya sabemos cuánto tenemos para beber hoy. ¿No será este un motivo más que suficiente para dejar de derrochar y tirar porquerías al desagüe y a los ríos?

martes, 1 de marzo de 2011

109. 2011, año internacional de los bosques


En la foto, aunque la niebla no deje verlo bien (que dicho sea de paso, ese era el propósito), un árbol. 100 árboles, un bosque. 1000 árboles, una selva. 1001, nuestro pulmón. Este año que tenemos ya recién terminado de inaugurar celebramos el Año Internacional de los Bosques. Los bosques, esos grandes edenes que literalmente nos dan de comer, son nuestro principal sustento, algo que está incluso por encima de la tan necesaria y casi siempre hasta placentera alimentación, algo que si de pronto desapareciera de la faz de la Tierra probablemente no nos permitiría vivir más que unos pocos días. Los bosques son la gran fábrica del oxígeno que nos permite respirar durante las 24 horas del día. Si se acaban los bosques, se acaba el oxígeno; y si se acaba el oxígeno, se acaba la vida. TODA la vida. Solo la gran selva que rodea a las cuencas de los dos grandes ríos sudamericanos, el Amazonas y el Orinoco, proporcionan una tercera parte del total del oxígeno que se produce en todo el planeta. Es por eso que conocemos a este gran paraíso como el pulmón de la Tierra. Esta selva es tan biológicamente perfecta que lleva 80 millones de años siendo así, tal y como la conocemos actualmente, con los mismos animales, los mismos árboles, los mismos sonidos y los mismos ciclos, ¿para qué cambiar, si este mundo es tan biológicamente perfecto? Pero no todo es tan halagüeño como se está pintando hasta ahora: poco a poco, la mano del hombre ha ido penetrando en lo más profundo de los abismos forestales, destrozando cada año cerca de la friolera de 13 millones de hectáreas de estos grandes santuarios del mundo. Esta superficie es la equivalente a un cuarto del total de nuestra Península. Para que nos hagamos una idea, cada minuto arrasamos con una media de 20 campos de fútbol, pero con árboles incluidos. ¿Queréis asustaros un poco más? Desde hace 300 años hemos aniquilado el 40% de toda la masa forestal que existía a nivel mundial, que se dice pronto. Si seguimos así, la superpoblación provocará que un día seamos tantos pares de pulmoncitos trabajando juntos que necesitaremos más oxígeno del que es capaz de producir todo este gran pulmón que tiene la Tierra, pero quizá este día ya se hayan talado los suficientes árboles como para que este pulmón del que hablamos ya no sea tan grande como hoy. Ese día, el día en que la gacela se vuelva contra el leopardo y le clave su cornamenta, si no nos hemos extinguido ya por cualquier otro motivo, será el día en que el demonio empiece a trabajar en el contrato que ya hemos firmado con él hace ya mucho tiempo. Y es aquí donde llegamos a la conclusión (y no me digáis pesimista precisamente a mi) de esta pequeña historia que no he escrito yo, sino que hemos creado, entre todos, un porcentaje digamos que casi por encima del total de la población de Homo sapiens existente en el planeta, exterminadores de masa forestal y contaminadores de oxígeno, que no sabemos ser personas y que entre todos formamos un terrible y ya casi incurable cáncer en el complejo tejido de esa gran casa nuestra a la que llamamos Tierra. Y termino ampliando una gran frase, no sé muy bien de qué autor, pero que se ha hecho muy famosa ya en muchas de las redes sociales y programas de chat que usamos actualmente la mayoría de los jóvenes de los países desarrollados (económicamente): Querido amigo mal Homo sapiens, seas quien seas, te llames como te llames, te pongas la corbata que te pongas, sólo cuando hayas talado el último árbol, sólo cuando hayas matado al último lince, sólo cuando hayas secado la última gota de agua que quede sobre nuestro ingenuo planeta, sólo en ese instante te darás cuenta, oh joven representante de la más inteligente de las especies animales que existen en el universo, de que no te puedes comer el dinero.