miércoles, 16 de febrero de 2011

108. un rayo multicolor


Pocos animales existen en nuestra avifauna con la rapidez, la maniobrabilidad y la extrema precisión que caracteriza a los gráciles abejarucos cuando cazan en vuelo a los insectos voladores que les sirven para nutrir sus coloridos cuerpos. Hemos visto cientos de veces, en plena naturaleza viva si hemos tenido la oportunidad o en un mero documental, la rapidez con la que un guepardo caza a una gacela o la velocidad a la que un sapo o un camaleón saca su lengua y la vuelve a introducir de nuevo en su boca para atrapar un insecto, pero a veces se nos pueden pasar por alto, quizá porque estemos acostumbrados a verlo demasiadas veces, o bien porque no nos llame mucho la atención, algunos detalles tales como el comportamiento, los métodos de caza y sobre todo la desorbitada agilidad en el aire que caracteriza a uno de los representantes de nuestra fauna más numeroso y, si me dejáis, más bonito, para poder capturar a los insectos voladores de los que se alimenta. En las múltiples ocasiones en las que he podido observar a los abejarucos europeos (Merops apiaster) en el campo hay una cosa que siempre me ha llamado la atención, y no por su espectacularidad, ya que esta estirpe africana, entre el público normal de a pie, desentendido en toda materia de tipo faunístico, nunca ha podido tener el número de fans que reúne por ejemplo el halcón peregrino en sus picados, pero no deja de ser algo impresionante a la vez que efímero, digamos que fuera de lo normal, eso en lo que nunca nos fijamos pero que no por ello debemos dejar que pase desapercibido. Es bastante común en las aves de este género el matar a sus presas, casi siempre insectos, a base de propinarles algunos súbitos golpes contra la rama que usan para posarse. Esto es especialmente importante sobre todo para las abejas, presas comunes y que dan nombre a esta especie, ya que de otra forma correrían el riesgo de ser intoxicados por el veneno de estos insectos. La perfección no existe tampoco ni siquiera en nuestra madre Naturaleza, y a veces al lanzarlo hacia arriba para voltearlo y ponerlo de cabeza para poder tragarlo bien, el insecto se les escurre del pico. Justo en ese preciso instante, y casi con la rapidez de un rayo, tanta que no me deja tiempo ni para seguir al sujeto con la cámara y mantenerlo dentro del encuadre, el abejaruco se impulsa hacia abajo con sus pequeñas patas sindáctilas, abre raudo sus perfectas alas de acróbata y en menos de dos segundos, con un giro cerrado y antes de que la presa tenga tiempo de llegar al suelo, situado a tan solo 30 ó 40 centímetros de la rama que usa para posarse, el abejaruco estará ya de nuevo en su percha con el insecto en el pico.

martes, 1 de febrero de 2011

107. código ético


No todo va a ser salir al campo con una cámara y punto… ¿verdad? Los animales, las plantas, la Naturaleza en general y todo lo que la rodea está formado principalmente por seres vivientes, que sienten exactamente igual que nosotros, y por otros elementos, llamémoslos inertes, tales como piedras, grietas, montañas, llanos, cárcavas, ríos y demás infraestructuras naturales o artificiales que sirven para dar cobijo y en definitiva para proporcionar una cierta dosis de vida a todos estos seres. Si no respetamos todo esto, mañana no tendremos ni un solo ápice de tierra natural sana, ni un solo atisbo de vida. El solo y mero hecho de “ponerse delante de un bicho” con una cámara implica, en mayor o menor medida, causarle algún tipo de molestia al bicho en cuestión, aunque sea mínima. No tiene sentido descuidar ninguno de estos aspectos por coleccionar un par de fotos, y desde mi punto de vista (y creo que desde el punto de vista de cualquiera que ame la vida propia y la ajena) creo que una persona que no sigue unos pasos básicos que le ayuden a causar el mínimo impacto posible al medio natural que le rodea nunca merecerá llamarse “fotógrafo de naturaleza”. Para conseguir todo esto se ha ideado lo que los fotógrafos y naturalistas en general llamamos el Código Ético del Fotógrafo de Naturaleza:

1. La seguridad del sujeto y la conservación de su entorno son siempre más importantes que la obtención de su fotografía.

2. Hay que documentarse ampliamente sobre la biología y el comportamiento de las especies a fotografiar, con el fin de prevenir actuaciones improcedentes. Asimismo, adquirir también los conocimientos técnicos necesarios para abordar con seguridad la fotografía de seres vivos en cada situación que se presente.

3. Solicitar los permisos necesarios a las autoridades competentes para fotografiar especies y enclaves que lo requieran por ley, y si los terrenos son privados, también a sus propietarios. Hay que ser respetuoso con el modo de vida de las personas que viven y trabajan en el medio natural.

4. Para fotografiar fauna, se debe trabajar preferentemente con ejemplares libres y salvajes en su medio natural, sin alterar su normal comportamiento. Hay que evitar las situaciones delicadas como animales incubando o con crías recién nacidas, especialmente en condiciones meteorológicas desfavorables, (frío, lluvia, sol directo…). Si las condiciones permiten el trabajo fotográfico habrá que tomar las máximas precauciones, desistiendo si las crías corren algún peligro.

5. Se evitará en lo posible el traslado de especies para su fotografía en estudio. Se retornarán a su lugar de origen, sin daño alguno, y en el plazo más breve posible, aquellos especímenes que, excepcionalmente, hayan sido tomados de su hábitat, quedando excluidos aquellos que están protegidos por la ley si no se dispone del permiso de las autoridades competentes.

6. Para fotografiar flora, hay que trabajar preferentemente en el campo, evitando arrancar total o parcialmente las especies, quedando excluidas de esta consideración las especies protegidas.

7. No debemos rehuir informar que una fotografía ha sido realizada en condiciones controladas. Las fotos en zoológicos, centros de fauna y similares, pueden suponer una mayor tranquilidad para las especies más escasas y vulnerables.

8. Evitar el corte de ramas y vegetación para camuflar los escondites (hide) que se emplean para la fotografía de fauna salvaje, utilizando preferentemente redes de hojas artificiales o en su defecto ramas muertas y vegetación seca.

9. El camuflaje natural de un nido, manipulado para una sesión fotográfica, debe ser restaurado a su término. Las ramas se atarán mejor que cortarán y, por supuesto, nunca se dejará expuesto el nido a depredadores, a otras personas o a las inclemencias del tiempo.

10. Evitar manipular cualquier elemento mineral o arqueológico de modo que pudiera alterarse irremediablemente la integridad de una formación geológica o paleontológica.

11. Pasar desapercibidos siempre durante nuestro trabajo de campo, no atrayendo la atención del público o de un depredador. No revelar la localización de especies raras o amenazadas, salvo a investigadores acreditados y administraciones competentes que contribuyan a su protección.

12. Hay que mantener siempre limpio el lugar de nuestro trabajo de campo, eliminando también cualquier huella de nuestra actividad.

13. El fotógrafo de naturaleza que trabaje fuera de su país debe actuar con el mismo cuidado y responsabilidad que si estuviera en el suyo propio.

14. Informar a las autoridades de cualquier infracción que observemos contra la Naturaleza, incluidas las actuaciones al margen de la ley que pudieran realizar otros fotógrafos.

15. Colaborar con otros compañeros para mejorar las condiciones de trabajo en la Naturaleza, divulgando al mismo tiempo el presente código ético entre todos aquellos que lo desconozcan.

Fuente: AEFONA (Asociación Española de Fotógrafos de Naturaleza).