Apenas ha sonado todavía ese maldito nombre y ya
tenemos a la mitad de la población de estos lares pronunciando extrañas
oraciones y bailando curiosos rituales, cuando no contándonos increíbles
hazañas de valerosos y arriesgados cazadores y alguna que otra historia (por no
llamarla leyenda mitológica) de algunos comportamientos que, después de
entrevistar a sus supuestos testigos, poco tardamos en adivinar que en
prácticamente el 100% de los casos la respuesta a la última de las preguntas es
una especie de "no no, si yo
no lo he visto, pero Fulanito de Copas me lo ha contado".
Desde
que su más antiguo ancestro engañara a Adán y Eva en el Edén, las serpientes
han estado en la cultura popular como un enemigo de la humanidad, pesando sobre
ellas una injustificada leyenda negra que las ha llevado a ser perseguidas
desde que la especie humana tiene "uso de razón". Yo creo que si
hubiera que buscar una forma rápida para sembrar el terror en casi cualquier
persona de casi cualquier cultura del mundo, difícilmente podríamos hacerlo
mejor que tirándole una serpiente de goma en la cara sin previo aviso.
Al
margen de las temibles estadísticas a nivel mundial que se nos presentan
delante de nuestros ojos, estamos, sin embargo, ante uno de los plaguicidas
naturales más baratos y eficaces del mundo. Lejos estamos en nuestras latitudes
de la presión que representan algunas especies de serpientes en algunas partes
del mundo. Con todo esto, debemos tener en cuenta que cualquier serpiente del
mundo, si no es intimidada por nuestra curiosidad, jamás va a atacar por placer
al ser humano. Las serpientes, al igual que el resto de los animales venenosos
de este planeta, necesitan su veneno para cazar, y lo que menos les interesa es
malgastarlo por nuestra causa.
No
obstante, si tenemos en cuenta que la inmensa mayoría de los ataques de
serpientes peligrosas a seres humanos son perfectamente evitables, solo nos
queda agradecerles la intensa y eficaz labor que estos seres desarrollan en
nuestro entorno en beneficio de la agricultura, ya que se ocupan perfectamente
de mantener a raya las poblaciones de micromamíferos de nuestros campos, lo
cual convierte a este animal en uno de los mejores amigos de los agricultores.
No
todas las serpientes son venenosas, y además en España no tenemos serpientes
especialmente peligrosas en ese sentido ni extremadamente grandes. La mayoría
de los ataques de las víboras españolas necesitan de asistencia o al menos
vigilancia médica, pero por
suerte no suelen tener consecuencias. La culebra bastarda, por otro lado, que
es nuestra serpiente más grande, según datos oficiales no suele pasar de 240
cm. Mi mayor registro personal es una camisa incompleta que después de las
respectivas reglas de tres le he calculado unos 220 cm, de los cuales habría
que quitar unos 20 cm, porque las camisas se estiran un poco después
de la muda (la piel de las serpientes es elástica y las
escamas se distancian un poco).
Aunque
este tamaño pueda resultar un tanto conmovedor cuando se tiene la ocasión de
observar algún ejemplar viejo en el campo (los que llegan a esa edad), lo
cierto es que este factor no representa ni mucho menos un peligro para el ser
humano. Depende de la especie, pero no es normal que una serpiente de menos de
4 metros pueda resultar peligrosa para nosotros si solo tenemos en cuenta su tamaño. Además, la situación del rudimentario aparato inoculador de veneno de
la culebra bastarda en la región
posterior de su mandíbula y la relativamente escasa acción de su veneno en
nuestro organismo restan también peligrosidad a una especie que debemos
conservar.
Estemos
pues, tranquilos, cada vez que estemos en alguna zona bien poblada de serpientes, vayamos bien equipados aunque haga calor (botas, pantalon
largo...) y sobre todo no cojamos JAMÁS una serpiente si no sabemos de qué
especie se
trata.